El amigo del Grupo de Apoyo, Angel Mercado, nos ha facilitado la siguiente reflexión:
Personas víricas que consumen energía
Fuente:
Diario El País
Seguro que usted se ha visto alguna vez en
esa situación en la que después de mantener una conversación con un amigo se ha
sentido desolado, ha contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo
que antes de empezar la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a este amigo no
le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”. Y en situaciones extremas, ha
escuchado el teléfono, ha visto el nombre de la llamada entrante y ha dejado de
atenderlo porque sabe que esa persona, de alguna manera, le va a complicar la
vida: le va a contar un nuevo problema o seguirá hablando de su monotema, por
lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre
después de pasar un rato con las personas víricas es: “¿Y yo qué necesidad
tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas
que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o
cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese momento no se había
manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace
sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y,
con suerte, lo olvida.
El origen de la persona vírica puede ser
variado: el mal genio, la envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la
estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes
para protegerse del contagio. El mundo está lleno de personas víricas de
diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y
cicatriz.
Víricos
pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de todo
su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les
ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su malestar.
Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por
disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan
posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a
través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y abandonados
de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les presta la
atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio
del virus tristeza, frustración y apatía.
“Es
extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”
(Víctor Hugo)
Víricos
caraduras. Son los que siempre le pedirán favores,
pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen
relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de
otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien
prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el
que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje
emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan
de mí”, aprovechamiento y resignación.
Víricos
criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es
demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan
todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni
que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien,
les potencia su frustración como personas. No saben competir si no es
destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio
del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y
la culpa luego arrastra al virus del remordimiento.
Víricos
con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea porque no han
sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha acompañado.
Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas.
Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una mala
intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les debiera
algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad, porque
estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con estas personas
sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
Víricos
psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser
asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor
a los demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal.
De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a
propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y
se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una
vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es
el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y
odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos
de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que hay que
hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y
solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas
sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus
desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por
el camino fácil: llorar.
Dígale que estará encantado de ayudarle
siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que
ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando,
le está dando aliento para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su
vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma
energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción consume y resta,
y la segunda suma.
Ante el virus de pedir, el antivirus de decir
no. Si usted no hace prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo
harán. Una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de
todos y no estar nunca para uno mismo.
No permita que la persona vírica criticona
haga juicios de otras personas que no estén presentes. Si lo hace con otros,
también lo hará cuando usted no esté presente. No entre en su juego ni se
identifique con esa conducta. Dígale que no le gusta hablar de personas que no
están presentes. Y si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de
que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados,
falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se
compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo
hicieran, con respeto, discreción y veracidad. Es más importante ser ético que
evitar un conflicto con un criticón.
Y por último, no permita que nadie le falte
al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como
personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en
su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que
le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su
educación, el alcohol o sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la
falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el
ámbito familiar, laboral y entre los amigos.
Rodéese de personas de bien, que le quieran y
que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas
recargadas. Tenemos la obligación de ser felices y disfrutar. Hay mucha gente
dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas estamos para ayudarnos,
somos un equipo.