Tuesday, August 2, 2011

Enfocadas en la prevención las nuevas guías para el diagnóstico y tratamiento del Alzheimer

por Rita Iris Pérez Soto
(especial para El Nuevo Día)

Hasta muy recientemente, el énfasis en el tratamiento del Alzheimer ha estado centrado en los síntomas de la enfermedad que suelen aparecer entre 10 a 20 años después de comenzar a ocurrir los cambios físicos que la provocan.  Algunas investigaciones dadas a conocer hace poco han comenzado a identificar otros métodos que pueden ser utilizados en la detección más temprana de la condición lo que podría conducir a tratamientos más certeros, e inclusive, a prevenir el desarrollo de la misma.

Estudios financiados con fondos de la empresa privada y el Instituto Nacional del Envejecimiento de los Institutos Nacionales de la Salud y la Asociación de Alzheimer para las Guías Diagnósticas de la Enfermedad han revisado y caracterizado las guías en el área de investigación de la fase temprana de la condición, iniciativa que no había tomado desde 1984.

El criterio original ha sido atender la enfermedad y describir solo las etapas tardías cuando los síntomas de la demencia ya son evidentes. La actualización de las guías cubre el espectro total de la enfermedad según se manifiestan los cambios gradualmente.  Estos cambios ocurren en varias etapas identificadas a continuación:  la etapa temprana o preclínica; la etapa de incapacidad cognitiva leve (con problemas de memoria notables pero que no comprometen la independencia de la persona, "mild cognitive impairment") y la demencia debido a la patología del Alzheimer.

Las nuevas guías se refieren al uso de biomarcadores que se obtienen del líquido espinal y las imágenes obtenidas de cierto tipo de estudios radiológicos que pueden ayudar a determinar si los cambios en el cerebro y otros fluidos del cuerpo se deben a la condición.

En algunas personas, durante la fase preclínica o asintomática, a través de la utilización del PET Scan ("positron emission tomography") y el análisis del líquido cefalorraquídeo (fluido que baña todo el sistema nervioso central y se obtiene mediante punción lumbar para medir sus componentes), se puede detectar la presencia de la proteína amiloide (vinculada al Alzheimer) en el cerebro.  Estas pruebas se encuentran en un nivel experimental por lo que todavía no están disponibles para utilizarse (en la oficina del médico).

Para llevarlas a cabo se hacen punciones lumbares a los voluntarios para el estudio a quienes se les miden los niveles de dos proteías:  amiloide beta y tau (otra proteína involucrada en el desarrollo del Alzheimer).  Como parte del estudio, los pacientes tienen un seguimiento que incluye pruebas con PET Scan que, a su vez, se ayudan con marcadores inyectables (Pittsburg y Avid) que ayudan a ver cuánto es la carga de amiloide depositada en el cerebro.  Estos se inyectan previo al PET scan y se pegan al amiloide permitiendo visualizar la cantidad de amiloide depositado.  En combinación con el líquido cefalorraquídeo, ofrece una idea de quiénes podrían desarrollar la enfermedad.

La terapia para tratar la condición se dirige a disminuir la producción y el depósito de la cantidad de amiloide que se deposita en el cerebro de manera que se comience a ofrecer tratamiento mucho antes de que aparezcan los síntomas.

Todos estos hallazgos deben interesar a toda la población pero sobre todo a los adultos que están en riesgo de contraerla por factores genéticos.  Se ha encontrado que en los casos donde la madre es la persona que ha tenido la enfermedad las probabilidades de que la herede alguno de sus hijos son mayores que cuando se trata del padre.  También, los pacientes mayores que satisfacen los criterios del deterioro cognitivo leve ("mild cognitive impairment").  Asimismo, el sector joven de la población porque son los que tienen la oportunidad de beneficiarse de la prevención y cambiar los estilos de vida que propenden a esta enfermedad.

En Estados Unidos, la mayor parte de los estudios cuentan con la participación de personas blancas con niveles socioeconómicos medios y altos porque los latinos y negros tienden a no participar en estas investigaciones a pesar de que constituyen el sector de la población con la mayor incidencia de la enfermedad.

Los caribeños parecen ser el grupo con la incidencia más alta en el mundo y posiblemente el grupo con la tendencia más alta en la región sean los puertorriqueños por sus estilos de vida que los hace propensos a padecer de diabetes, hipertensión, sobrepeso, la falta de ejercicio físico y actividad intelectual.  Esto debe llevarnos a participar en los estudios porque la situación parece sugerir que los puertorriqueños posiblemente, seamos el grupo del mundo con mayor incidencia de Alzheimer.

(Fuente:  Dr. Heriberto Acosta, neurólogo, especialista en el tratamiento de la pérdida de memoria y Alzheimer.)
publicado en Suplemento, El Nuevo Día, 29 de julio, 2011.